Para esta serie monté todo un
teatrillo. Era la primera vez que lo hacía. Antes había hecho fotos a gente,
objetos o lugares, sí, para usarlos quizá en mi trabajo (de hecho tengo un gran archivo de ellas). Pero esta vez todo el
lugar y su contenido, persona y objetos, me iban a servir si finalmente decidía
continuar con el proyecto. Y esta fue una de las pocas ocasiones en mi trabajo artístico
en que tenía una idea más o menos clara de lo que quería hacer antes de
empezar.
La idea era esa, muchachas
sesteando, ambiente cálido, relajación absoluta porque nadie las miraba… o eso
creían ellas, mucho contraste entre la luz y las sombras debido a esa ventana
que introducía la luz del jardín, formato cuadrado que daba seguridad. Luego se
fueron incorporando otros elementos, ya de manera automática, sin pensarlos. Y
después el gallo, vigilante, cuidando su territorio. ¿Su territorio?
En realidad, incluso en estos
casos más deliberados, es difícil que yo mismo sepa lo que quiero transmitir. Y
más embarazoso aún hablar de la experiencia. Pero ¿por qué habría de ser un problema
que las experiencias artísticas (tanto a la hora de realizarse como de
contemplarse) no pudieran describirse verbalmente? A fin de cuentas, no son
realmente ni más ni menos difíciles de referir que cualquier otra experiencia
que se pueda tener. El sexo, por ejemplo, no puede ser expresado verbalmente, o
uno ha tenido la experiencia o no la ha tenido y, por más poesía que le
pongamos, ésta no puede ocupar el lugar de aquélla. Es imposible, según yo lo
veo, expresar en palabras el dolor que uno sufre, el atardecer, el sabor de un
pastel, de una sinfonía de Bach, de montar en bicicleta, de emborracharse, de
vomitar, de esos ojos que te miran, etc. Es inefable no por esoterismo sino por
imposibilidad.
Bueno, pues ahí van algunas de las chicas dormidas (y un retrato del gallo) que también mostré
por primera vez en 2006, aunque comencé a pintarlas en 2000 y las fotos a las modelos se las había hecho mucho antes. Desde luego, sobre todo si se ven en directo, cada
espectador las percibirá de manera singular. También eso pasa con todo lo
demás, aunque quizá con el arte más. Salvo que no haya libertad de pensamiento
que, como decía/dice José Luis Sanpedro, es mucho más importante que la
libertad de expresión. Y lo tienen (ellos ¿quienes son ellos?) tan fácil para dirigirnos y son tan listos
que hacen que creamos que nuestros pensamientos son nuestros cuando, a nada que
nos descuidemos, son inducidos.
Óleo sobre lienzo. 195x195 cm.
Óleo sobre lienzo y madera. 92x92 cm.
Óleo sobre lienzo y madera. 92x92 cm.
Óleo sobre lienzo. 200x200 cm.
Óleo sobre lienzo. 40x40 cm.
Óleo sobre lienzo. 150x150 cm.
Óleo sobre lienzo. 33x33 cm.
Óleo sobre lienzo. 40x40 cm.